enero 28, 2008

ViDa ArTifiCial y éTiCa HuManiSta

La prestigiosa revista «Science» publica con todo detalle la síntesis química del genoma completo de un microcosmos, desarrollada por el equipo del célebre científico y empresario Craig Venter. Se trata, según los expertos, de un paso clave hacia la vida artificial, un objetivo que plantea problemas de gran envergadura en el ámbito tecnológico y también, como es evidente, en el terreno de la ética y la filosofía. Dicen los especialistas que ya no estamos tan lejos de la posibilidad de fabricar organismos vivos según la voluntad de quienes sean capaces de mantener los medios técnicos adecuados. No hace falta imaginar escenas de «ciencia-ficción» para ser conscientes del inmenso poder que puede generar el control de estas tecnologías en el terreno político y económico. La propia democracia y la economía de mercado pueden verse influidas por los avances de ese «Proyecto Genoma» que pretende, en último término, crear una célula sintética y, con una expresión coloquial, «un chasis sobre el que construirlo todo». La clave reside, sin duda, en una perspectiva moral que hace imprescindible plantear un debate a fondo en términos de bioética. No se trata, por supuesto, de contraponer una visión supuestamente «científica» de la vida frente a otra de carácter «religioso», identificando la primera con el progreso y la segunda con una mentalidad arcaica. Esta falsa contraposición sólo beneficia a quienes no tienen interés en hacer frente a la complejidad del problema, porque prefieren extraer réditos ideológicos de sus posiciones dogmáticas. Es lamentable, por ello, que un asunto tan grave sea enfocado con planteamientos oportunistas.

La ciencia moderna es una creación de la civilización occidental, ni más ni menos que la propia filosofía griega o el Derecho romano. Está asentada sobre una base humanista, que pone los avances al servicio de la persona, concebida como un fin en sí misma y no como un mero instrumento. Unas nociones elementales de la historia del pensamiento permiten entender que ésta es también la doctrina de la Ilustración, que alcanza su culminación en Kant. Nada más lejos, por tanto, de un espíritu reaccionario y antimoderno, ni de una falsa oposición entre la razón y la fe. Sobre esta base, es imprescindible establecer un marco jurídico a escala internacional que encauce los avances de la ciencia en beneficio del interés general de la humanidad. Los grandes científicos de la historia merecen el reconocimiento universal porque ponen su inteligencia al servicio de la especie humana y no de intereses concretos o particulares. Hay que felicitarse de cualquier avance tecnológico siempre y cuando se mantenga en los límites intangibles del respeto que el ser humano debe a su propia condición. En este y otros asuntos, la palabra la tienen ahora los científicos serios y los expertos en bioética.

by: ABC.es

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