junio 30, 2011

MICROSOFT Y LA OFERTA FREE

Por qué Microsoft debería tomar más en serio a sus competidores ‘gratuitos’

Durante los últimos cuatro años, el software Office de Microsoft ha sido atacado por alternativas gratuitas: el Google Docs y el Open Office de Oracle. Si bien Microsoft finalmente respondió en 2010 con Microsoft Live, una versión gratuita y “en nube” de Office, esperó demasiado y no fue lo suficientemente enfática para contener lo que podría convertirse en una grave amenaza.

La reticencia de Microsoft a adoptar una estrategia de producto gratuito no debería sorprendernos. Su negocio de aplicaciones para oficina ha disfrutado por mucho tiempo de un casi monopolio y ha sido muy rentable. Y, a excepción de los usuarios sensibles al precio como los estudiantes universitarios y las entidades públicas, sus clientes no han ido con los productos gratuitos. Es más, las preocupaciones acerca de la incompatibilidad de archivos, las funciones faltantes en los productos de la competencia y la necesidad de enseñar a los empleados a usar las nuevas aplicaciones han mantenido a la mayoría de los clientes corporativos dentro de la carpeta de Microsoft.
Pero en nuestra opinión, Microsoft se equivocó al no tomar en serio la deserción entre los clientes sensibles al precio.
Nuestra encuesta a estudiantes universitarios sugiere que cerca de 20% actualmente sólo usa alternativas gratuitas, cuando hace cinco años eran sólo 4%, según un competidor, la cantidad de estudiantes en E.E.U.U. que usa Google Apps ha subido de 7 millones a 10 millones en los últimos dos años y cerca de 3 millones de usuarios de empresa pequeñas y de algunas instituciones grandes (incluyendo Brown, el sistema universitario del estado de California, Gonzaga, University of Minnesota, University of Virginia, Vanderbilt, Villanova y William & Mary) también lo han adoptado. Esto es un gran problema para Microsoft: Open Office y Google Docs seguirán mejorando, volviéndose más atractivos para los usuarios nuevos y jóvenes, al igual que para las instituciones sensibles al precio, especialmente aquellas sobreatendidas por el exceso de funciones de los programas de Office.
Hasta ahora, Microsoft Live no parece contrarrestar eficazmente las ofertas gratuitas de sus competidores. Hay varias razones posibles. Una es que Microsoft, a diferencia de Open Office, no ofrece una versión que pueda ser descargada y operada por una computadora individual. Otra es que Microsoft no ha hecho una promoción suficientemente agresiva de su producto gratuito y, como resultado, no es tan conocido como Google Docs.
A juzgar por la tibia respuesta de Microsoft hasta la fecha, la empresa no quiere que sus clientes se pasen a su producto gratuito. Esto es un error. Al sacrificar parte de los ingresos que obtienen de los clientes sobreatendidos o sensibles al precio, Microsoft podría impedir que los competidores con productos gratuitos sigan ampliando su base y tener una posibilidad mayor de retener a sus clientes más valiosos: las empresas y los usuarios hogareños más sofisticados que hoy son leales pero que finalmente podrían desertar.


por: Harvard Business Review, junio 2011

junio 21, 2011

¿SE ACABARON LOS GENiOS?

Nuestras Universidades siguen ancladas en modelos organizativos obsoletos, lejos de la interdisciplinariedad que exigen los retos científicos actuales.
La idea del científico como un genio solitario todavía forma parte del imaginario colectivo. Sin embargo, hace уа decenios que esta imagen nо se corresponde con la realidad, sobre todo en el campo de las ciencias experimentales у, еп particular, en el de la química, el que mejor conozco. El extraordinario desarrollo de la ciencia en el siglo XX trajo consigo la aparición de una nueva estructura básica en la que el científico desarrollaba su actividad: el grupo de investigación.

Por otro lado, la labor de los investigadores se ha visto condicionada por la progresiva especialización. Ello ha sucedido con todas las ciencias. Durante el siglo XX, la química se subdividió en cuatro grandes aéreas: analítica, física, inorgánica y orgánica. Ello afecta no solo а la estructura organizativa de nuestras universidades, sino también а los planes de estudio. La famosa «adaptación al espacio europeo» (el proceso Bolonia) ha sido en nuestras universidades un ejercicio sobre cómo se enseña, pero no sobre otra cuestión fundamental: ¿que se ensena?. El respeto de la subdivisión en cuatro áreas, que en nuestro país se llaman «de conocimiento» pero que son también «de repartimiento» puesto que articulan la distribuci6n de todo tipo de recursos en las universidades, ha sido un tema tabú.

Los objetivos de la ciencia han evolucionado а lo largo de los siglos, en función de los retos de la humanidad. Sin embargo, cuando una ciencia alcanza un grado de madurez notable, corno es el caso de lа química, suele volverse conservadora y reacia а cambios, aunque estos sean indispensables para su desarrollo. El grupo de investigación corno unidad básica y la subdivisión en cuatro áreas han sido dos elementos clave para el extraordinario desarrollo que ha experimentado lа Química en el siglo XX. La cuestión que debemos plantearnos es: ¿lo siguen siendo hoy?

Durante los últimos años hemos asistido а un cambio radical en la definición de los problemas científicos. El enfoque ya no es disciplinario, sino social. Los grandes retos de la química son hoy globales. Se articulan alrededor de tres ejes: (1) comprender los procesos biológicos y aplicar ese conocimiento al servicio del bien común; (2) transformar lа manera de generar, suministrar, transmitir, almacenar y usar la energía; (3) desarrollar procesos para lа obtención sostenible y limpia de los compuestos y materiales indispensables para las necesidades humanas.

Como plantean con gran claridad George М. Whitesides y John Deutch en su artículo «Let's get practial», publicado en Nature en fecha reciente, la estructura que funcionaba para atacar los problemas del siglo pasado no sirve para abordar ninguna de esas cuestiones globales. La división tradicional de la química (orgánica, física, inorgánica у analítica) а lа que demasiados investigadores (sobre todo en las universidades) у agencias oficiales se aferran todavía, es completamente obsoleta, limita el campo y la visión, е impide afrontar los problemas actuales. Además, la, organización en grupos de investigación aislados es incompatible con el enfoque multidisciplinar que requieren los retos científicos complejos.

Los países punteros en ciencia y tecnología ya están aplicando ese necesario cambio de perspectiva. En ЕЕ 1Л3;, dos de las entidades públicas que manejan pre-supuestos mas elevados en investigación, lа Fundación Nacional para la Ciencia (NSF) у el Departamento de Energía (DOE), han emprendido en los últimos anos un programa de creación de centros de investigación de un nuevo tipo, concebidos para afrontar los retos que la sociedad impone. Se trata, en muchos casos, de centros «virtuales» en los que participan у colaboran investigadores de distintas instituciones, pero con objetivos y planes de trabajo comunes. Los Centros para lа Innovación Química (CCI) de lа NSF y los Centros para la Investigación de Frontera en Energía (EFRC) del DOE constituyen un paradigma de esta nueva forma de entender lа ciencia. Se definen por el problema que tratan, en torno аl cual se articula un equipo de trabajo solido у amplio, integrado por investigadores procedentes de campos muy diversos.

En el Centro para la Estructura y Función de la Lignocelulosa (EFRSC, con un presupuesto de 21 millones de dólares), biólogos moleculares, químicos, físicos, ingenieros y modelizadores abordan cuestiones clave sobre la lignocelulosa que faciliten su uso corno fuente de biomateriales y bioenergía renovables. En el Centro para la Innovación Química Energía para el Planeta (CCI Solar, financiado con 12 millones de dólares por la NSF) aplican conocimientos de síntesis orgánica e inorgánica, física y química del estado sólido, electroquímica, cinética, química teórica у computacional al desarrollo de procesos para descomponer el agua mediante luz solar. Un proyecto semejante, con el acento en el desarrollo de catalizadores, se lleva а cabo en el Centro para el Desarrollo de Nuevas Tecnologías mediante Catálisis (CENTC, de lа NSF).
Los genios no se han acabado, pero su talento y su creatividad solo podrán desarrollarse si se dispone de un marco organizativo y estructural que permita su aprovechamiento. Y eso empieza ya en la etapa formativa.
 
 
Por: Agustí Lledos, es catedrático  de química física
de la Universidad Autónomo de Barcelona
-Investigación y Ciencia, abril 2011

UN CARACOL A PRUEBA DE TODO

El caracol de pie escamoso (Crysomallon squamiferum), que habita en el fondo del océano Indico, posee uno de los caparazones más robustos de la naturaleza. Gracias a él, este pequeño molusco es capaz de resistir la presión del agua a una profundidad de 2.400 metros (8.000 pies). Tampoco se ve afectado por la elevada acidez del agua ni los bruscos cambios de temperatura propiciados por el agua caliente que brota de los respiraderos hidrotermales. Además, está a salvo del ataque de los depredadores.
Reflexiones: La concha de este caracol consta de tres capas: la externa incorpora partículas de sulfuro de hierro; la del medio se parece a la capa de proteína que tienen otras especies de caracoles, y la interna está compuesta nde un mineral de calcio denominado aragonito. Con este blindaje triple, el molusco es inmune a las poderosas pinzas de los cangrejos. Aunque uno de ellos pase días enteros apretando su caparazón, no logrará quebrarlo.
Sirviéndose de una máquina con punta de diamante llamada indentador, los investigadores descubrieron que “la capa externa está diseñada para agrietarse de manera que absorba la energía mecánica”, según la revista Discover. “Las grietas únicamente se abren en forma de abanico y alrededor de las partículas de sulfuro de hierro. Este ‘microagrietamiento’ no solo absorbe la energía, sino que evita la formación de fisuras mayores.” La capa del medio también contribuye a la absorción de la energía mecánica producida durante un ataque.


Los investigadores esperan copiar la estructura de este caparazón para diseñar cascos y chalecos antibalas más resistentes, así como cascos de barcos y aviones. “Hasta los oleoductos de las tierras árticas, que son azotados por los icebergs, se beneficiarían”, añade la revista.